Escucha a tu cuerpo...



Sé que mientras estás leyendo este artículo de seguro estás moviendo tu cuello de un lado al otro por esa presión constante que tienes en el, abres y cierras los ojos rápidamente porque de repente los sientes secos, también sientes ese dolor incesante en los hombros, esa punzada en la espalda y también ese “corrientazo” que te da en la pierna algunas veces cuando caminas y en las mañanas sientes hormigueo en tus manos... pero de seguro la gente te pregunta “como estás?” y con singular alegría contestas: “Muy bien ”...

y... ¿lo estas?.

Muchos dolores en nuestro cuerpo han aparecido “de la nada”, no obedecen a accidentes, caídas o malas posturas, un día que ya no recuerdas cual ni como, apareció y desde entonces no te ha abandonado. Pues bien, el origen de muchas de tus dolencias pueden estar fuera de tu cuerpo, más específicamente pueden estar en tu mente.

Nuestro ser consta de muchos sistemas estrechamente relacionados entre sí, cuando uno colapsa, las consecuencias empiezan a reflejarse en los demás. El llamado “dolor reflejo” es un ejemplo de ello, el problema no está “donde te duele” sino en algún lugar cercano que está tan saturado que no puede expresar su colapso.

Así que, cuando tenemos problemas y emociones reprimidas y no las drenamos a tiempo, nuestra mente empezará a enviar “señales” a través del cuerpo – su parte palpable- para que le prestemos atención. Así una persistente afección en tu garganta puede estar más relacionada a tus dificultades para comunicarte y decir las cosas; los dolores en las piernas puede significar inseguridad e incertidumbre, los problemas digestivos pueden reflejar la incapacidad para manejar el enojo, la ira y el miedo.

Muchos de los dolores y afecciones que padeces hoy son simples señales que te envía tu cuerpo, un semáforo en amarillo que te dice que tu sistema se está saturando y que debes prestarle atención. Y puedes empezar por practicar técnicas de relajación y de contemplación en la zona más afectada, practica meditaciones guiadas enfocadas en tu cuerpo, apaga el televisor unos minutos y pregúntate por qué te te sientes tan adolorido. Aprovecha tus tiempos libres, camina en un parque, haz ejercicio, práctica una disciplina deportiva que te guste y con la que te sientas cómodo pero sobre todo toma una decisión responsable por cómo te sientes y busca el por qué.

¡Escucha a tu cuerpo!, ¿qué te está diciendo hoy?.
bendiciones;
Dagyi C.

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