
Pero ¿adivina qué? ¿que pasa si los 22 millones 999 mil personas restantes que habitan y trabajan en esta ciudad hacen lo mismo al mismo tiempo que tu?... ¿Qué pasaría si el objeto de la ira de otros fuera tu madre, tu hijo, tu novio o tu padre? ¿cómo te sentirías?
¿indignado?, ¿enfurecido?, ¿harías cualquier cosa por vengarte de quién los insulto, cierto?
Entonces empezaría de nuevo todo este ciclo de ira y agresión sin razón, una y otra vez. A menos que la detengas.
A menos, que al momento de recibir el insulto de otros, mires a esa persona y veas que no es ella, sino sus circunstancias que le hacen hacer eso. O cuando vas a reventar en ira contra aquella persona y quieres hacerle daño por haberte molestado, mirala primero y recuerda que esa persona puedes ser tu, o tu novia, tu madre, o tu abuelo.
Mírate en los ojos de tus vecinos, de tus congéneres y de todos aquellos quienes habitan también tu ciudad, porque no son ellos, a lo mejor no eres tu, son las circunstancias que nos agobian. Y esas circunstancias son totalmente controlables, como lo son también nuestras reacciones. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de su boca y si de tu boca sólo sale veneno, ¿de qué te estás alimentando?
El primer paso para que cambie el mundo, es que cambies tu mismo, vale la pena dar el paso.
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